A lo largo de la vida me tope con personas sin ánimo, las cuales no le encontraban sentido a la vida, individuos sumidos en la tristeza y desesperanza a consecuencia de fracasos e infortunios que apagaron su fe. “La esperanza frustrada aflige al corazón; el deseo cumplido es un árbol de vida” (Proverbios 13:12). La confianza es un sentimiento que nos da seguridad y por medio de ello mantenemos una esperanza viva.
Los seres humanos vivimos llenos de ilusiones. Enamorarnos es la más grande ilusión que podamos experimentar, pues creemos haber alcanzado el nivel más alto de felicidad. Sin embargo, cuando ocurre una decepción tendemos a llenarnos de amargura y desconfianza. Pero, hay un ser que nos ama de verdad y solo por él vale la pena esperar:
“Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza” (Salmos 130:5).
La espera nos desespera
Generalmente, la espera nos desespera. Sobre todo, cuando sospechamos que hacerlo será una perdida de tiempo. Nos sentimos como una novia que espera ante un altar, temiendo que el novio no llegue. Dios es el único que nos ama tal y como somos, sus promesas no son pasajeras y su amor nunca deja de ser. Él siempre llega a tiempo.
“Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5).
Imaginemos que esperamos ante el altar y nos dejan plantados ¿Cuál sería nuestra reacción? ¿Cómo nos sentiríamos? De seguro desearíamos la muerte antes de ser rechazados por nuestro gran amor. Sin embargo, Dios, que es bueno y misericordioso no permitirá que nada ni nadie nos haga sentir muertos por dentro.
“Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva” (1 Pedro 1:3).
En Cristo hay esperanza
Estar vivos significa que tenemos vida, y vida solo hay una; en la cual poseemos un solo cuerpo y un solo espíritu. Por tal motivo no puede haber dos esperanzas.
“Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza” (Efesios 4:4).
No hay esperanza muerta, sino situaciones que nos quitan el ánimo.
Por tanto, aún en medio de las aflicciones, alégrate en el Señor para vivificar tu alma. Solo así gozarás de gran espíritu, lo que avivará tu esperanza.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4)
Conclusión
Recuerda las promesas de Dios son verdaderas y su amor infinito, por eso no nos cansemos de esperar a que perfeccione su obra en nosotros.
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:23).
A fin de alcanzar un nivel espiritual de alegría y optimismo que determine en cada uno de nosotros la esperanza viva que posibilita cualquier cosa y devuelve la paz a los corazones.